UNA VIOLENCIA DE GÉNERO INVISIBILIZADA
"En Chile cada año cerca de 250 mil mujeres se convierten en
madres. De esas, se estima que cerca del 92 por ciento sufrió algún tipo de
maltrato por parte del personal de salud. Calladas e invisibilizadas durante
décadas, las mujeres están empezando a hablar las cosas que pasan dentro de las
salas de parto"
Claudia está aterrada, llora tras de tres días con
contracciones y nueve horas de trabajo de parto. Está demasiado cansada para
pujar. La matrona le dice que no lo hace bien (pujar) y que, si no lo hace
bien, se le va a morir la guagua adentro. Claudia está empapada de sudor, su
hijo de 33 semanas de gestación será prematuro y ella no está preparada para
esto. Toma aire y puja con el terror de parir un niño muerto.
La matrona empuña unas tijeras quirúrgicas y corta la vagina
de Claudia, quien, en medio del llanto, se siente incapaz de dar a luz. Otra
matrona, sin preguntarle ni avisarle,
apoya el codo entre las costillas
y le empuja el vientre hacia abajo. Ese sonido sería lo último que
escucharía Claudia antes de que el llanto de su hijo llenara todo el lugar.
Claudia, 24 años, disñadora gráfica, no puede recordar su
parto sin sentirse impotente. Dice que es primera vez que lo habla con alguien,
y que es una herida abierta en ella: “Si viera ahora a la matrona le diría que
es una perra carnicera (…) Tengo mucha pena, nunca en toda mi vida me habían
tratado así”, declara entre lágrimas.
Para la diseñadora, lo suyo no fue simplemente una mala
práctica del equipo médico, sino que se trata de un tipo específico de
violencia contra las mujeres, no reconocida por el ordenamiento jurídico nacional: “Yo fui víctima de violencia obstétrica y no hice nada porque no
sabía que eso existía. Creí que era lo normal y lo acepté. Me di cuenta que era
violencia cuando llegue a mi casa y empecé a leer sobre los procedimientos. Fui
muy ignorante y permití que me maltrataran en el momento que se supone debía
ser el más lindo de mi vida”, afirma.
Apropiación del cuerpo
En la única definición oficial que existe, la ley de
Venezuela define violencia obstétrica como "la apropiación del cuerpo y procesos reproductivos de las mujeres por
prestadores de salud. El trato jerárquico deshumanizador, el abuso de
medicalización y la patologización del proceso natural de gestar y parir, son
algunas de las manifestaciones de este tipo de agresiones"
En el plano físico, una cesárea sin justificación
estrictamente médica, el tacto realizado por más de una persona, la episiotomía de rutina, el uso de fórceps sin estricta necesidad o consentimiento, la
realización de la maniobra de Kristeller, el raspaje de útero sin anestesia,
son las más comunes representaciones de esta violencia.
Desde el punto de vista psicológico se produce con la
utilización de lenguaje inapropiado, burlas sobre el estado o cuerpo de la
mujer o su hijo, críticas por manifestar emociones como alegría o dolor y,
sobre todo, la imposibilidad de plantear temores e inquietudes durante el
proceso de embarazo y parto.
Michelle Sadler, antropóloga médica especialista en
antropología del nacimiento y académica de la Facultad de Ciencias Sociales de
la Universidad de Chile, fue pionera en el estudio de la violencia obstétrica
en el país. Su tesis de pregrado titulada: "Así me nacieron a mi
hija", sistematizó el estado del
nacimiento en Chile.
Desde esta publicación del año 2003 se entiende la violencia
obstétrica ya no como una mala práctica individual, sino como práctica
generalizada instaurada desde el paradigma médico.
En opinión de Sadler, la violencia obstétrica sería un
fenómeno relativamente reciente y derivaría del proceso de medicalización del
parto.
El punto clave
estaría en el traslado del parto desde el hogar al hospital: “Donde antes
participaran familiares y amigos, hoy participa el personal médico. Si antes
había una jerarquía equilibrada entre los participantes, hoy se aprecia una
hegemonía del conocimiento médico. Donde se utilizaran métodos naturales, hoy
se privilegia el empleo de sofisticada tecnología”, se puede leer en su tesis.
Estas prácticas se sustentarían en lo que la investigadora
estadounidense especialista en antropología de la reproducción, Robbie
Davis-Floyd llama “Modelo tecnocrático del nacimiento”. Este paradigma del
cuidado de la salud se caracteriza por una fuerte orientación hacia la ciencia,
alta tecnología, intereses principalmente económicos, e instituciones
gobernadas por un poder patriarcal.
Maniobra Kristeller
Durante el 2010 y 2011, un grupo de investigadoras de la
Facultad de Medicina de la Universidad de Chile estudiaron a un grupo de 508
mujeres que tuvieron sus partos en dos servicios de salud del sistema público
chileno. El estudio titulado "Assessment of the implementation of the
model of integrated and humanised midwifery health services in Santiago,
Chile", arrojó que el 92,7% de los partos fue intervenido médicamente a
través del uso de oxitocina sintética, anestesia epidural y rotura artificial
de membranas, contraviniendo las Recomendaciones para el Parto Humanizado de la
Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Manual de Atención Personalizada
del Proceso Reproductivo del programa gubernamental Chile Crece Contigo.
Gonzalo Leiva, matrón, magíster en Administración en Salud y
académico de la Escuela de Obstetricia de la Universidad de Santiago, dice en
su columna "Violencia Obstétrica: una violencia de género
invisibilizada", que tanto en el
sistema público como en el privado, casi la totalidad de los partos son
intervenidos por igual. A su juicio, durante el proceso del nacimiento los
esfuerzos se concentran en intervenciones técnicas que dejan de lado el manejo
espontáneo y fisiológico de un proceso que aproximadamente en el 85 por ciento
de los casos ocurre o, al menos, debería ocurrir de manera natural.
Respecto de la mencionada Maniobra de Kristeller, según el
manual de la OMS del año 1996 "Cuidados en el parto normal. Una guía
práctica", la maniobra consiste en presionar el bajo fondo del útero con
el fin de acelerar la etapa de expulsión y señala:
“A veces se realiza justo antes de dar a luz y otras desde el comienzo de esta fase. Esta práctica, aparte de acarrear molestias maternas, puede ser dañina para el útero, el periné y el propio feto, aunque no existen estudios al respecto. La impresión general es que se usa con demasiada frecuencia, no estando demostrada su efectividad”.
“A veces se realiza justo antes de dar a luz y otras desde el comienzo de esta fase. Esta práctica, aparte de acarrear molestias maternas, puede ser dañina para el útero, el periné y el propio feto, aunque no existen estudios al respecto. La impresión general es que se usa con demasiada frecuencia, no estando demostrada su efectividad”.
Fuera de la Ley
Venezuela fue el primer país del mundo en reconocer la
violencia obstétrica y otorgarle tratamiento jurídico. En 2007 se promulgo la
“Ley orgánica sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia”,
que en su artículo 51 define el concepto de violencia obstétrica y establece
sanciones administrativas a quienes la ejerzan.
En el caso de Argentina, el concepto fue tipificado en 2009
en el artículo 6, sección e) de la ley 26.485 de Protección Integral para prevenir,
sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres. Lo que complementó la ya
existente ley 25.929 sobre nacimiento humanizado.
En abril de este año, el senado mexicano aprobó tres
dictámenes que modificaron el artículo 6 de la Ley General de Acceso de las
Mujeres a una Vida Libre de Violencia, tipificando como delito toda acción u
omisión por parte del personal médico y de salud que dañe, lastime, denigre o
cause la muerte a la mujer durante el embarazo, parto y puerperio.
En nuestro país, no existe una definición, ni otra clase de
procedimiento específico para estos casos. Ni siquiera para aquellos en que se
contraviene directamente evidencia científica y recomendaciones del propio
Ministerio del Salud.
El Código de ética del Colegio de Matronas no la menciona en
ninguno de sus puntos y la Sociedad Chilena de Ginecología y Obstetricia, a
través de comunicados emitidos por su presidente, Mauricio Cuello, ha criticado
todas las formas de violencia contra las mujeres, excepto la obstétrica.
Tampoco el Servicio Nacional de la Mujer (Sernam) la ha incluido en la campaña
nacional que apuesta a visibilizar la violencia de género.
Lo único que pueden
hacer las mujeres que han sufrido violencia obstétrica es invocar la ley 20.584 en un procedimiento administrativo (ver recuadro 2).
El problema, según explica María del Pilar Plana, licenciada
en antropología y académica de la Escuela de Obstetricia y Puericultura de
la Universidad Mayor, es que esta ley
toma el maltrato vivido como un hecho aislado, “como una excepción producto del
descuido o la negligencia, lo que minimiza su envergadura y naturaleza como
forma sistemática de violencia de género”.
Inne-Cesáreas
Jocelin tenía 20 años y tuvo su parto en el Hospital del
Profesor: “A las 38 semanas, el ginecólogo
me dijo que mi hijo ya estaba listo para nacer. Me hicieron depilarme, usar
enema y oxitocina sintética. Desde las 9 de las mañana y hasta las 5 de la
tarde me hicieron tacto cada una hora. Matronas y practicantes no tuvieron
ninguna consideración, fueron muy brutos e irrespetuosos. Finalmente llega el
médico y me dice que me va a hacer una cesárea porque no estoy dilatando bien y
mi hijo no baja. Nosotros, sin conocimientos y con miedo, aceptamos. Mi guagua
nació entre chistes y comentarios sin
sentido del equipo médico. Yo estaba amarrada de ambas manos, lo pusieron junto
a mí un par de segundos y se lo llevaron. Pasarían unas 2 horas antes de
volverlo a ver”, relata.
La operación de Jocelin, es lo que conoce como “cesárea
innecesaria”, es decir, una cesárea que se realiza sin causas médicas de peso,
normalmente para comodidad del equipo médico.
“Me sentí tonta, incapaz de
parir a mi hijo y la lactancia se me hizo muy complicada. La
desconfianza que generaron en mi misma los médicos fue muy intensa y siento que
se pasaron a llevar mis derechos al no informarme sobre las procedimientos y,
sobre todo, al programar una inducción y después una cesárea sin ninguna
justificación”, señala Jocelin.
Chile presenta una de las tasas de cesáreas más altas del mundo. Entre los años 2000 y
2010 ocupó el cuarto lugar a nivel mundial, con un 40,6 por ciento de partos
vía cesárea, sólo detrás de Chipre, Brasil y República Dominicana, según cifras
de la OMS.
Según los números de 2013 presentados por la Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en nuestro país el
porcentaje de cesáreas en el sistema privado bordea el 66% y un 37,4% en el
público. El alto índice convierte a Chile en el tercer estado miembro con más
cesáreas, sólo después de México y Turquía. Esta cifra contrasta con el 15%
recomendado por la OMS.
El índice de cesáreas también contrastaría con las bajas
tasas de mortalidad materna, las cuales, según un estudio colaborativo
realizado por Iniciativa Chilena de Investigación en Mortalidad Materna,
alcanzaría apenas el 16,5%, dos puntos bajo el porcentaje alcanzado por Estados
Unidos.
Gonzalo Leiva aclara que no se trata de una cruzada en
contra de todas las cesáreas, pues
reconoce que esta operación ha permitido salvar miles de vidas desde que se
realiza. El problema estaría en su utilización indiscriminada, y en que sea
utilizada para ordenar las agendas de matronas y ginecólogos.
Ibone Olza, psiquiatra perinatal e investigadora española
especialista en neurobiología, señala en su libro "¿Nacer por cesárea?
Evitar cesáreas innecesarias. Vivir cesáreas respetuosas", que la
diferencia entre un parto normal, una cesárea de urgencia y una programada, es
sumamente relevante y tendría importantes repercusiones psíquicas:
“Al no haberse desencadenado el parto las hormonas tampoco
han hecho su trabajo, no hay transición, de estar embarazada se pasa a estar en
una sala de reanimación con la tripa cosida… Algunas madres atraviesan un
verdadero shock psíquico en los días siguientes a la intervención. Externamente
aparentan normalidad, se ocupan de su hijo y reciben a las visitas con
naturalidad. Sin embargo, la procesión suele ir por dentro y a veces les cuesta
creer que el embarazo ha terminado y que no ha habido un parto”.
El pequeño corte
Era 17 de septiembre y el médico de Paulina le rompió la
bolsa. Tenía 38 semanas de embarazo y le
dijo que su hijo ya no necesitaba estar más en su vientre, así que era mejor
sacarlo: “Si tu hijo no quiere salir, te hacemos una inducción”, le dijo.
Paulina iba en ocho centímetros de
dilatación, cuando el médico le practicó la Maniobra de Kristeller: “Se subió
encima de mi barriga para empujar al bebé, y me hicieron una episiotomía sin
consentimiento. Cuando mi pequeño salió, quise correr la cortinilla para
mirarlo, pero la anestesista me lo impidió. Hasta el día de hoy no sé por qué
no me dejaron verlo de inmediato cuando salió”, relata.
Según el Manual de atención personalizado en el proceso
reproductivo, elaborado por el programa Chile Crece Contigo y el ministerio de
Salud (Minsal), publicado en 2008, la episiotomía consiste en “el agrandamiento
del orificio vaginal mediante una incisión de periné durante la última parte
del periodo expulsivo”.
La realización rutinaria de una episiotomía es considerada como
dañina, porque crea una incisión quirúrgica de una magnitud mayor que lo que
muchas mujeres podrían haber experimentado si no se hubiese realizado. Sin
embargo, el "Manual de Diseño de espacios y objetos para el parto
integralrealizado" en conjunto entre la Pontificia Universidad Católica de
Chile y el Minsal, señala que en Latinoamérica la tasa de episiotomía alcanza
el 80 por ciento de los partos naturales. Estas cifras contrastan
dramáticamente con países como Dinamarca y Suecia que alcanzan el 6 y 7 por
ciento respectivamente y con el 20 por ciento recomendados por la OMS
Rocío Cáceres, licenciada en antropología y miembro de la Red Latinoamericana y del
Caribe para la Humanización del Parto y el Nacimiento RELACAHUPAN, señala que
el asunto de la episiotomía es la prueba fehaciente de que este tipo de
violencia no es un meramente procedimental: “El nacimiento se transforma en un
acto ritual, donde se vuelve necesario despojar a la mujer de su poder y de su
sexualidad. Practicar una episiotomía es más que procedimiento, es mutilación
genital. La violencia obstétrica, no es sino la reproducción del sistema
patriarcal”
TEST DE VIOLENCIA OBSTÉTRICA
Mientras estabas internada en la clínica u hospital, con contracciones de trabajo de parto,
1. ¿El personal de salud hacía comentarios irónicos, descalificadores o en tono de chiste acerca de tu comportamiento?
2. ¿Te trataron con sobrenombres (gorda) o diminutivos (gordita-mamita-hijita) como si fueras una niña incapaz de comprender los procesos por los cuales estás atravesando?
3. ¿Fuiste criticada por llorar o gritar de dolor, emoción, alegría, durante el trabajo de parto y/o el parto?
4. ¿Te fue difícil o imposible preguntar o manifestar tus miedos o inquietudes porque no te respondían o lo hacían de mala manera?
5. ¿Se realizaron alguno o varios de los siguientes procedimientos médicos sin pedirte consentimiento o explicarte por qué eran necesarios? Rasurado de genitales – Enema – Indicación de permanecer acostada todo el tiempo – Rotura artificial de bolsa – Administración de medicación o goteo para “apurar” el parto – Tactos vaginales reiterados y realizados por diferentes personas – Compresión del abdomen en el momento de los pujos – Episiotomía – Cesárea – Raspaje del útero sin anestesia
6. En el momento del parto, ¿te obligaron a permanecer acostada boca arriba aunque manifestaras tu incomodidad en esa posición?
7. ¿Fuiste obligada a quedarte en cama impidiéndote caminar o buscar posiciones según tus necesidades?
8. ¿Se te impidió estar acompañada por alguien de tu confianza?
9. ¿Se te impidió el contacto inmediato con tu hija/o recién nacido antes de que se lo llevara el neonatólogo para control? (acariciarlo, tenerlo en brazos, verle el sexo, hablarle, darle el pecho, etc.)
10. Después del parto, ¿Sentiste que no habías estado a la altura de lo que se esperaba de ti (que no habías “colaborado”)?
11. Podrías decir que la experiencia de la atención en el parto ¿te hizo sentir vulnerable, culpable o insegura?
"Si la respuesta a cualquiera de estas preguntas es SÍ
Fuiste víctima de violencia obstétrica"
Fuente: Colectiva Maternidad Libertaria
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¿QUÉ HACER EN CASO DE VIOLENCIA OBSTÉTRICA?
Escribir un relato de
la violencia obstétrica y su contexto de realización, de la manera más
detallada posible.
Hacer llegar el relato acompañado de una carta formal donde
se solicite una sanción específica a la dirección de la clínica u hospital.
Existe registro de al menos dos casos, en que las mujeres denunciantes, además
de indemnización pecuniaria y disculpas, han exigido que los responsables del
abuso asistan a cursos para aprender sobre violencia obstétrica y parto
humanizado.
En caso de no recibir
respuesta, o de que esta no sea satisfactoria:
En el caso de que el
prestador de salud sea público, dirigirse a la Oficina de Información, Reclamos
y Sugerencias OIRS del Ministerio de Salud y poner un reclamo invocando la ley
20.584 Sobre derechos y deberes de los pacientes. También puede hacerse
mediante la páginahttp://oirs.minsal.cl/
En el caso de que el
prestador de salud sea privado, puede solicitarse una mediación o interponer
una denuncia en la Superintendencia de
Salud.


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